miércoles, 15 de abril de 2009

Forvik independiente!!

La noticia curiosa de la semana:



El recién nacido Estado de Forvik reta en vano a la Corona británica

• El dueño del islote se niega a pagar tributos ante la indiferencia de las autoridades

• Tras proclamar su independencia levantó una casa sin permiso y reclutó ciudadanos

Desde que hace poco más de nueve meses proclamó la independencia de su isla, Stuart Hill ha estado en permanente contacto por carta con la reina. La correspondencia que recibe de la responsable del correo de su majestad, una mujer llamada Sonia Bonici, podría fácilmente ser incluida en un compendio sobre perlas de la flema británica, tan contenidos, educados e impasibles son los términos en los que se dirige a este hombre que, a fin de cuentas, lo que seguramente más desea es confrontar a la soberana. Hill, antiguo empresario y navegante de 66 años, ha perpetrado la extravagancia de crear un Estado autónomo en un diminuto islote del archipiélago de las Shetland, bautizarlo con el nombre que tenía hace siglos --cuando formaba parte de Noruega-- y desafiar a las autoridades a que lo expulsen o reconozcan su independencia. De momento no pasa: ni lo uno ni lo otro.
"Pienso seguir quebrantando las leyes del Reino Unido hasta que las autoridades no puedan ignorarme, o hasta que resulte obvio que no tienen ninguna autoridad aquí y otros se armen de coraje para seguir mi ejemplo", dice. El islote, de 10.000 metros cuadrados, sigue figurando en los mapas con el nombre de Forewick Holm, pero Hill, y algunos apasionados de lo excéntrico --que lo animan y respaldan-- lo conocen por su ya olvidada denominación noruega: Forvik. Su propietario recuerda que las Shetland fueron cedidas temporalmente a la Corona de Escocia como garantía de pago por una dote, y aunque reconoce que esta nunca llegó a pagarse --y que, por tanto, no había ningún motivo para que las islas fueran devueltas-- se niega a admitir que unos territorios puedan cambiar de identidad por una mera carambola matrimonial. No pide que su pequeña Forvik vuelva a ser noruega: pide que sea reconocida como Dependencia de la Corona, estatus del que gozan territorios como la isla de Man y las islas del Canal. Que son autónomas, no reconocen la autoridad del Gobierno y se deben solo a la reina.

CORRESPONDENCIA COPIOSA

La insurrección del anciano Hill es contra el Gobierno, pero le escribe a la reina para que la reina le dé la razón. El problema, de momento, es que la reina no parece interesada en el tema. Las respuestas que firma la responsable del correo real, flemáticas y educadas, suelen básicamente escurrir el bulto: hemos remitido su queja al secretario de Estado de Asuntos Constitucionales; hemos trasladado su mensaje al Gobierno escocés; el secretario de Estado de Justicia ha sido informado. En favor del tozudo independentista hay que decir que soportó más de 18 meses de desdén burocrático antes de decidir que la mejor manera de llamar la atención era, justamente, proclamando su independencia. Sí: ha habido cartas desde entonces, pero también las hubo (y muchas) antes.

INVITACIÓN A LAS PETROLERAS

Es más que probable que la señora Bonici, así como todo el personal de Buckingham que haya tenido la oportunidad de echar un vistazo a las cartas de Hill, hagan algo como entornar los ojos cada vez que ven un sobre con su nombre. Lo tratarán de loco. Peor: de pelma. Y, después del natural escándalo que causó en su día en los medios de comunicación, estarán esperando que se canse y se dedique a otra cosa. Lo que no saben es que para Hill esto apenas empieza, y hasta es probable que tanta maniobra esquiva le venga bien. ¿Cansarse? Hill ha aprovechado el tiempo muerto para levantar una casa, la primera de Forvik (sin permiso), y para comprobar que ni los vientos ni la humedad del invierno, especialmente rudos en estas latitudes, han podido con ella; ha diseñado y puesto en marcha una informativa web (www.forvik.com), y, sin duda lo que más orgullo le produce, ha reclutado a sus primeros nueve ciudadanos forvikanos.
También entornarán los ojos los responsables de las compañías petroleras que han recibido cartas desde una tal Dependencia de la Corona de Forvik invitándolas a iniciar exploraciones. Pero el capitán Hill no se desanima. Su principal gesto de rebeldía, el que puede lograr que alguien acabe prestándole atención, es no pagar impuestos. Lleva dos años sin hacerlo. Y ya se sabe que cuando está Hacienda de por medio, a nadie se le toma por loco.

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